domingo, 18 de mayo de 2008

Retornoeterno

Vuelven los desfiles militares a la Plaza Roja de Moscú y saca pecho el oso ruso.
Vuelven los combates a las calle de Beirut y vocean los fanáticos.
Vuelven las imágenes de agresiones policiales en los suburbios de Estados Unidos y sonríen los mandos corruptos.
Vuelven los dictadores birmanos y lloran las víctimas del terremoto.
Vuelve el caos al interior de China y sangran los tigres chinos.
Era un telediario normal del 2008, pero parecían imágenes sacadas de hace 30 años.
De remate vi unas imágenes de la matanzas de My Lai. Se confirma que todo cambia para seguir igual.

viernes, 18 de abril de 2008

Ora pro novis

¡Joder con el Papa!. Va a resultar que el temido jefe del santo Oficio, versión siglo XXI, es más ingenuo de lo que parecía. El tío va y se planta en el país de los vendedores de coches usados y les cuenta que los cientos de casos de abusos a menores fueron obra de cuatro curas descarriados que volverán al redil tan arrepentidos como satisfechos.

La última es que Benedicto ha afirmado que el mundo aún está sujeto a las “decisiones de unos pocos”, sin citar algún país en particular. Así, textualmente, venía en los periódicos. Hombre decir eso “sin citar a nadie” en la casa del presidente de los Estados Unidos, es que ir as casa del ahorcado y llevar una soga por si les sirve para arreglar la cisterna del water.

Me alegro mucho de este giro estratosférico de Ratzinger y espero que le dure.

lunes, 3 de marzo de 2008

LA REALIDAD

Hace doce años estaba yo en La Realidad. No es que estuviese en un punto especialmente lúcido de mi vida y pensamiento, si no que así se llamaba el pueblo zapatista de la selva Lacandona donde un grupillo de periodistas sesteábamos a la espera de una entrevista con el Subcomandante Marcos o algún dirigente de la guerrilla. Una semana nos tiramos esperando sin poder salir de un perímetro que compartíamos con un grupo de italianos encargados de colocarse en la carretera de tierra que cruzaba el pueblo, bien visibles para que las tanquetas del ejercito que pasaban todos los días apuntando a la población con sus ametralladoras tuviesen claro que allí había testigos incómodos.

En ese ambiente es de imaginar en que pasábamos las horas: en tomar café y discutir enconadamente sobre el posible proceso revolucionario que vivía México. En La Realidad las cosas iban tan lentas como fuera posible imaginar y, a parte de evitar líos más o menos belicosos, la actividad principal era matar el tiempo, cosa que hacíamos como verdaderos profesionales. El lugar del crimen más habitual era la choza de Máximo, que nosotros bautizamos “Chez Maxim´s” y donde podías elegir entre café negro y frijoles negros. También estaba el humor negro de aquel indio agricultor metido a vendedor de escaseces a los turistas revolucionarios.

Un día que el aburrimiento nos acorralaba más de lo habitual, la conversación derivó hacia la vida y milagros de las mascotas en los países “desarrollados”. A Máximo se le saltaban las lágrimas de la risa cuando nos oía hablar de vestidos para caniches, cunas para chihuahuas, cementerios para gatos y juguetes para pastores alemanes. Le juramos y perjuramos que aquello no era producto de nuestra invención, sino una verdad tan gorda y delirante como los hospitales para gatos que se mueren de viejos, las dietas para perros o las carísimas residencias para bichos millonarios. El pobre hombre fue perdiendo la sonrisa y enmudeciendo trágicamente, hasta que se le volvieron a saltar las lágrimas, mientras miraba a los pequeños tojolobales desnutridos. Pero esta vez de rabia e impotencia.